jueves, 9 de octubre de 2014

García Márquez

El Gabo, la noche de Navidad 1973, en París. Foto Margarita D’Amico

García Márquez ecos de un encuentro periodístico y más

 Evocaciones operáticas en el Kennedy Center de Washington, homenaje en el Parlamento Europeo  y varias ciudades del viejo continente. Ni hablar del protagonismo, que junto a Octavio Paz, tendrá en La 28va Feria Internacional del Libro de Guadalajara, del 29 de noviembre al 7 de diciembre de 2014.

En suma, no hace falta que se cumpla un año, diez años o cien, de su entrada a la eternidad, para recordarlo. El espíritu creativo de Gabriel García Márquez sigue activando su luminosa presencia, al ritmo de las conmemoraciones que se hacen en todo el mundo. Con respeto, emoción y vallenatos. 

Octavio Paz y Gabriel García Márquez. Foto: Arturo Guerra / La Jornada. Fuente: panorama.com.ve

Y es que el impacto cultural y social de su obra literaria, cinematográfica, televisiva, se expande cada vez más, al igual que el interés por su trabajo periodístico. Porque, si bien es cierto que el realismo mágico fue la propia bendición para el Gabo y su público, la pasión por periodismo no se quedó atrás.

¿Sabían ustedes – como lo supieron en Europa, donde llegó en 1954 – que fue García Márquez el escritor que hizo comprensible el tema de la incomunicabilidad en el ambiente alucinante de la provincia latinoamericana?

Gabriel García Márquez en 1975. Foto: Isabel Steva Hernandez. Fuente: The Guardian
No sólo eso. Gracias a sus trabajos periodísticos en varios medios europeos, los lectores que tenían ideas completamente tergiversadas sobre grandes problemas de América Latina lograron aclarar una cantidad de conceptos.

Excelente gratificación, pero no se imaginan cuánto le costó para que los comentaristas de sus obras, analistas y presentadores de radio y televisión, escribieran los apellidos correctamente y no siguieran con eso del escritor colombiano Gabriel Márquez, sin el García.

En fin. Cosas que suceden… Ciertamente, para un perfeccionista como él, que cuando se equivocaba en la redacción de un texto volvía a escribir todo desde el principio, no eran cosas de su agrado. Por fortuna aprendieron a escribir bien sus apellidos y sobre todo a reconocer sus méritos, mucho antes de que García Márquez ganara el Premio Nobel de Literatura en 1982.

Por supuesto que también en Venezuela y en los países “hermanos”, además de los méritos artísticos, al Gabo se le reconocieron sus obras de acción social y política, que no vamos a recordar en esta breve introducción.



“La fama es útil porque me permite hacer algo por las demás gentes”

Más adelante, si se animan a leer la entrevista que le hicimos hace unos cuarenta años en París, se enterarán de muchos detalles que lo retratan en su ser más auténtico: un ser de gran calidez  humana, amable, sin rasgos de vedetismo y compartiendo generosamente ideas e información como buen periodista que era. Lejos de leyendas que lo mostraban a ratos como una persona “altanera”. La eterna historia de los que no toleran que otros triunfen.

Porque en los años 70 García Márquez ya era una estrella, cubierto de fama y gloria y aún no había ganado el Nobel. Llegar hasta él resultaba bastante difícil.

¿Cómo logramos acercarnos a una personalidad que se perfilaba inalcanzable y sin saber cómo iba a reaccionar, ya que tenía fama de ser cauteloso y parco con las entrevistas?



Buenos Aires. 1971
Gracias a Soledad Mendoza 
La excelente  diseñadora gráfica de Séptimo Día, revista dominical de El Nacional, donde se publicaban nuestros trabajos periodísticos, también se encontraba en París durante las vacaciones navideñas. Fue la embajadora perfecta. 

Soledad era muy amiga del Gabo. Lo consideraba su hermano. Así que, entrevista solicitada, entrevista concedida. Tuvimos la suerte, pues, de encontrar  a un ser privilegiado que, como pocos en el mundo, primero se hizo inmortal y luego murió. 

La inmortalidad le llegó en 1967 con Cien Años de Soledad y su ingreso a la eternidad se produjo precisamente el jueves santo 17 de abril de 2014, en México, cuando tenía 87 años. 

De esos 87 años, Gabriel García Márquez  tuvo la gentileza de dedicarnos dos horas exactas. Fue el día 1ero de enero de 1974. Una vez en el sitio, quiso ponernos a prueba: nada de grabador.  

Pas de problèmes, no hay rollo, maestro. Para sintetizar en pocas palabras aplicamos una fórmula aprendida en Francia: anotar ideas básicas, palabras clave y modo de enlace, el todo en una hoja dividida en tres partes. ¿Lo demás? Comprensión y memorización. Supimos después que García Márquez apreció nuestro trabajo porque se lo comentó a Soledad Mendoza. 

Ahora sí, los invitamos al encuentro con el inolvidable escritor, y por favor, disculpen el deterioro del documento original del periódico, al que le faltan los colores en la portada , títulos, rayas, firma, resultado de una digitalización de emergencia. Algún día conseguiremos una copia mejor. 

En esta temporada de tributos y celebraciones que serán cada vez más, vaya también nuestro pequeño homenaje al gran maestro Gabriel García Márquez. 

Esperamos que el relato predigital del encuentro con tan maravillosos personaje sea también de inspiración para las generaciones actuales: periodistas, escritores, artistas y todos los que creen en el poder de la cultura y en sus toques de contemporaneidad. 

Y como lo hemos dicho otras veces, en términos de testimonios vivenciales –no importa los años que tengan– no hay fecha de vencimiento. ¿O es que no van a escuchar a un músico de los años 50, o leer a un novelista famoso de los 60, porque son del siglo pasado? La Agenda 74 de García Márquez no es cualquier cosa. Hasta la próxima.

La portada, diseñada por Soledad Mendoza (original a colores)


Revista Dominical de El Nacional
Caracas, domingo 20 de enero de 1974
7° Día
Titular de portada
García Márquez fatigado de la gloria regresa al periodismo 
Título de la entrevista
García Márquez AGENDA 74
Margarita D’Amico

Ya no necesita silencio ni buena temperatura para escribir desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde, bien empantuflado y encerrado en un overol de mecánico popular. Ya García Márquez anda en otra onda, al menos por este año…
Año internacional, planificado así:
Enero. Vacaciones en París.
Febrero. Regreso a Barcelona.
Marzo. Viaje a Roma para participar en las sesiones del Tribunal Russell.
Abril, mayo y junio. Investigación periodística en Nueva York para una película de Francesco Rosi.
Julio, agosto y septiembre. Permanecerá en México, con su familia, para trabajar con Ruy Guerra en el guión de “Blacamán vendedor de milagros”, al tiempo que revisará el montaje fílmico de “La mala hora”, cuya realización tiene que haber comenzado el 15 de enero, por la televisión colombiana.
Octubre. Irá a Colombia y al regreso pasará por Venezuela.

Y el año se acabó— dice García Márquez sin vedetismo pero contento de estar metido en tantas cosas, contento de su fama (“es útil porque me permite hacer algo por las demás gentes”). Y encantado, sobre todo, porque, al fin, se sacudió.

El sueño de mi vida —nos dijo el día de la conversación formal— era ser novelista profesional. Cuando llegué a serlo, vi que eso es esterilizante. Te vas empantuflando. Vas perdiendo contacto con el mundo. Yo me sacudí. Ahora me he enchufado a otras cosas. Estoy contento. Yo en el fondo quiero ser periodista. Al fin y al cabo el periodismo es lo de hoy…

Gabriel García Márquez periodista. Bogotá 1959. Foto Hernán Díaz. 

Ostras y cumbias
Justamente, con ese excepcional colega dedicado ahora a tareas de alto periodismo cinematográfico y televisivo, queríamos conversar, desde los días del famoso congreso de escritores que se reunió en Caracas en 1967. Tratamos de verlo junto con unos estudiantes de Letras de la UCV. Le dejamos una nota en su hotel. No apareció… En esa época no lo tomaban en cuenta. De repente, Gabriel García Márquez se convirtió en el escritor latinoamericano más conocido de nuestro tiempo, endiosado por los críticos, admirado por los lectores, querido por sus amigos.

Carta de García Márquez a la editorial Sudamericana 1965. Fuente: El Clarín. 
Esa noche de Navidad 1973, en casa de la actriz española Tacha Quintana, en Montparnasse, lo vimos y no lo vimos. Estaba con su esposa Mercedes y sus hijos Rodrigo y Gonzalo —quince y doce años—, entre compadres y conciudadanos, hermanos de ayer, amigos de hoy, venezolanos, franceses, españoles… Una sencillez extrema. Ofreció la primera ostra del “reveillon” a una radiante yugoslava, vieja amiga de la anfitriona. Luego siguió compartiéndolas con otros invitados. ¡Y qué ostras! Inmensas, descomunales, como sus pantagruélicas novelas. Ciento cuarenta y dos ostras Gabo había traído para la cena navideña.

Hay que comerlas así, sin limón.

Y también comerse el pollo en salsa de castañas y una regia torta preparada por Tacha, el todo salpicado con ritmos de cumbia y rock. Esa vez García Márquez confesó que cuida mucho su dieta. Que pide un millón de dólares (lo cual significa “no”) a quienes solicitan la adaptación cinematográfica de “Cien años de soledad”… Y que nos avisaría para la entrevista. Unas pocas fotos del escritor conversando con sus amigos. Rostro bueno. Mirada infinitamente triste. 45 años. Felices Pascuas y buenas noches.

El cuento de Blacamán
Primero de enero de 1974. Café “Aux Deux Magots”. Boulevard Saint- Germain. 4 p.m.

—¿Vienes de compras? ¿Qué cargas en esa bolsa?

Un grabador y la cámara.

Más vale que no… García Márquez no quiso que se grabara la conversación. Porque con ese aparato no le íbamos a poner atención a lo que él iba a decir. Porque si esto, porque si lo otro… Muy bien.

Seguimos tomando un café que no sabía a nada. En aquel lugar tan ligado al mundo intelectual y bohemio de la posguerra pero que ahora no tiene nada de particular. El mundo gris de esa primera tarde del año nuevo parisino. Por fin comenzamos a desglosar la agenda 74 de Gabriel García Márquez, hablando de la película con Francesco Rosi, el autor de “Las manos sobre la ciudad”, “El momento de la verdad”, “El caso Mattei”. Cine comprometido, cine de denuncia, arte para concientizar.

Lo que voy a hacer con Francesco Rosi es una investigación periodística en Nueva York, durante tres meses. no voy a escribir el guion. Francesco Rosi vino a verme tres veces en Barcelona. La primera vez fue a pedirme “Cien años de soledad” para llevarla al cine. Luego él mismo me explicó que ése era un pretexto para hablar conmigo y que en realidad lo que le interesaba era lo otro.

Naturalmente García Márquez, que admite ser supersticioso, no revela detalles acerca de lo otro. No dice sobre qué va a tratar la película. Pero cuando uno se pregunta, en voz alta, qué más le puede interesar a Francesco Rosi en Nueva York sino la mafia y que la última mafia de Nueva York es la de los latinos, Gabo sólo responde que no puede informar nada, puesto que aún no ha arreglado los problemas de producción del film.

De “Blacamán”, en cambio, sí habla. Va a escribir el guión con Ruy Guerra en México. Cineasta de Mozambique, Ruy Guerra vive en Brasil desde 1958. Dirigió tres películas: “Os Cafajestes” (1962), “Los fusiles” (1964), “Dulces cazadores” (1969). En el 68 trabajó como actor haciendo el papel de Benito Cereno, en el film homónimo basado en la novela de Herman Melville y dirigido por Serge Roullet.

Este personaje dio origen a un guión que empieza con Cristóbal Colón y termina en Caracas en el siglo XXI

El cuento de Blacamán tiene diez —doce páginas. Es la historia de un culebrero tan viejo que probablemente lo encontró Cristóbal Colón. Es eterno. En algún momento Blacamán concibió a un muchacho quien lo ayudaba. Blacamán hacía trucos, milagros. El muchacho descubrió un día que él también podía hacer milagros. Que eso se aprendía con la práctica. Lo sustituyó. Blacamán está enterrado, pero resucitó en el muchacho. Y si se vuelve a morir el muchacho lo vuelve a resucitar, pues la magia del escarmiento —dice— es que siga viviendo en la sepultura, mientras yo esté vivo. Es decir, que vive para siempre. La película empieza con la llegada de Cristóbal Colón, la Colonia en Cartagena, la Colonia Holandesa en Curazao y termina en Caracas en el siglo XXI. Me interesa hacer en cine la síntesis de toda la historia del colonialismo. Este cuento está en la “Eréndira”.



El rescate de “Eréndira”
Por fin ¿qué pasa con esa película? ¿La filmaron ya? ¿En qué etapa se encuentra?

Yo hice el guión de “Eréndira” hace siete años y le vendí los derechos a Margot Benacerraf. Posiblemente ella no encuentre productor. Los productores han hecho contacto conmigo y han dicho que sería una inversión muy grande. Que la producirían si el director fuera otro.
           
            Un director internacional más conocido que Margot Benacerraf. Ellos no dudan del talento de Margot. La película requiere tres- cuatro millones de dólares. Margot es mi amiga, pero yo me doy cuenta que ella no va a conseguir a ese productor. Los derechos de la “Eréndira” regresan a mí dentro de cuatro años, según el convenio que hicimos, pero yo no puedo esperar cuatro años más. Porque los temas pierden actualidad. Hace siete años “Eréndira” era precursora. Por eso yo estoy dispuesto a recuperar los derechos. A comprarle los derechos a Margot.

La Mala Hora. Fuente: colarte.com
“La buena hora” de Thomas Millian
—“Cien años de soledad” ¿nunca la llevarás al cine?

No. El cine es una cosa, la literatura otra. Los guiones sacados de mis cuentos y novelas los he vuelto a escribir para el cine. El caso de “La mala hora”. Yo no he adaptado la novela, sino que la reescribí para la TV. Son veinte capítulos de una hora que se van a pasar diariamente durante un mes. Hice un reexamen para la televisión de todo el proceso de la violencia política en Colombia. La adaptación es con Bernardo Romero Pereiro. Es un guión de 2.500 páginas. Se empieza a grabar el 15 de enero, en color. Necesitábamos 106 actores. Como era difícil conseguirlos, publicamos un aviso en Bogotá. Se presentaron muchísimos. Gente muy simpática, conmovedora. Yo no quería dejarme influenciar por cuestiones emocionales (madres con niños que pedían actuar para poder ganarse algo, jóvenes, etcétera), por eso resolví ver las pruebas grabadas en videotape que se le hicieron a cada uno. De allí seleccioné tres o cuatro tipos para cada personaje. No vi a ningún actor personalmente.

El más complejo era el personaje del alcalde. Tenía que ser un hombre joven, de edad de teniente. Sumamente atractivo, simpático, pero a la hora de la verdad capaz de todo. No lo encontramos. Yo le explicaba a Romero Pereiro las características del tipo, pero no dábamos con él. Una vez le dije que podía ser alguien tipo Thomas Millian. Luego pensé: ¿Y por qué no Thomas Millian que además es mi amigo?

Lo llamé a Roma. Thomas Millian me contó que él, que también es muy supersticioso, cuando oyó repicar el teléfono, tuvo una corazonada, pensó que esa llamada era algo que iba a cambiar su vida, algo que le venía del cielo. Aceptó encantado, aun sabiendo que iba a ganar poco. Sin embargo, logramos conseguirle un arreglo económico bastante equilibrado. Estará en Colombia catorce semanas.


No me gusta jugar a perder
—¿Qué te gusta más: la literatura o el cine?

Se me ocurren cosas para libro y cosas para la imagen. Me interesa contar cosas. No tengo prejuicio contra el medio. Si descubro que con una canción puedo contar lo que quiero, la uso. La concepción de todas mis cosas es la imagen. El punto de partida es siempre la imagen. No digo: “Voy a escribir sobre los marginados de Caracas”. Al final del cuento está el concepto. Lo que más me gusta es hacer reportajes. Me interesa más el periodismo.

Por eso dices que los temas pierden actualidad.

Hay temas que están de moda. Estar de moda es una ventaja y también un peligro. Hace quince años América Latina no significaba nada. Era algo exótico. Hoy no. La revolución cubana pasó de moda en Europa. Se comenzó con el altavoz de la revolución cubana. Eso ya pasó.

En todas las obras que tú haces ¿qué es lo que más te interesa? El cine, por ejemplo, ¿lo utilizas como arma de lucha o para denunciar hechos?

García Márquez, Geraldine Chaplin y Miguel Littin
Me interesa el aspecto político. Es inevitable que tenga un contenido político cualquier obra que yo haga. En este momento en América Latina no hay acto que no sea político. A mí me dicen que adapte Blanca Nieve y yo lo hago, si eso tiene una importancia política. En “Blacamán” es el colonialismo, en “La mala hora” la violencia. Tengo en la cabeza la imagen de “Edipo Alcalde” para teatro o para cine, no sé todavía. El equivalente de la peste sería la violencia política.

Entonces… ¿la violencia política es el problema más candente de nuestros países?

El problema de ahora en América Latina es la independencia. Bueno, ahora tengo que irme…
Un momento… ¿No te gustaría hacer una película dirigida por ti?
No. Yo estudié cine, pero no me gusta jugar a perder.
—¿Ni siquiera con “Cien años de soledad”?
—“Cien años de soledad” más bien la vería en televisión. Como una larguísima telenovela. Una página cada noche.

…Como un pez fuera del agua
No íbamos a hablar de literatura, pero, en fin, ¿qué estás haciendo en ese campo?

Tengo terminada la novela “El otoño del patriarca”. La terminé en mayo. Voy a leerla de nuevo ahora en febrero, el único tiempo de que dispongo este año para trabajar en “El otoño del patriarca”. He trabajado en ella seis años. Trabajo duro, pero por épocas.

Borrador del Otoño del patriarca. Fuente: www.kienyke.com

—¿Y qué más tienes escrito?

Llegué a Europa en 1954. Desde entonces empecé a notar cosas que les sucedían a los latinoamericanos aquí. Cosas raras. Luego comencé a anotarlas. Número uno, número dos, número tres. Sesenta y cuatro anotaciones que pueden llegar hasta cien. Cien cuentos. Cien anécdotas. Hace seis años volví a Europa y seguí anotando. Traté de ver lo que hay de distinto entre una época y otra y vi que los latinoamericanos jamás llegamos a Europa. Siempre estamos fuera. Uno sigue de alguna manera en América Latina. Sigue siendo como un pez fuera del agua.

—¿En qué reside entonces la fuerza, el vigor de los escritores latinoamericanos que tienen tanto éxito en Europa, empezando por ti?

El mundo europeo es demasiado contado. ¿Qué puede contar un francés que no haya sido contado ya una y mil veces? En nuestros países apenas se comienza a contar. “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo, es una novela de anticipación. Fue escrita en 1955. No tuvo éxito en su tiempo. Los escritores del boom existían casi todos antes de que el boom se pusiera de moda.

“Florencia en Amazonas”, inspirada en el realismo mágico del Gabo. Estrenada en el Kennedy Center de Washington,




Volviendo a tu idea de que los temas pasan de moda, ¿consideras que tu obra va a pasar de moda?
—“Cien años de soledad” ha pasado de una generación a otra. Primero la leyeron los padres y ahora los hijos. Un amigo de Caracas me dijo que si un libro pasa de una generación a otra y si lo llegan a cantar como “Cien años” es la consagración definitiva del escritor.

—¿Cómo te sientes tú ante la consagración, con toda la fama que tienes?
Me siento muy contento. No es por vedetismo. La fama es muy útil porque te permite hacer algo por las demás gentes.

Como regalar el Premio Internacional Rómulo Gallegos al MAS…
Y tener influencia en el comité de defensa de los presos políticos de Colombia. Formar parte del Tribunal Russell (un tribunal fundado por Bertrand Russell para juzgar a los Estados Unidos en Vietnam). En marzo se reúne en Roma para estudiar los casos de Chile y Brasil y América Latina en general. Para esas cosas es bueno ser famoso. Luego está la otra faceta. A uno no lo dejan en paz. Yo no puedo llegar a Caracas sin que los periodistas y los amigos me dejen un momento tranquilo. La última vez calculé llegar a una hora en que no hubiera reporteros en el aeropuerto. Era un miércoles santo. Estuve tranquilo unos días. La semana siguiente encontré a un periodista que me dijo: “Yo creo que te vi el sábado en Chacaíto, pero seguramente no eras tú, porque si hubieras sido tú, lo hubiera sabido todo el mundo”. Y era él el que sabía la noticia.

Gabriel García Márquez y Teodoro Petkoff (dirigente del MAS) en Caracas 

En Venezuela te quieren mucho, tú lo sabes.

Pero no puede manejarse tanto cariño. Ahora sí me voy. Son las 6. Estaré en Caracas en octubre. Yo también te acabo de hacer una entrevista…

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