El
Gabo, la noche de Navidad 1973, en París. Foto Margarita D’Amico
|
García Márquez ecos de un encuentro periodístico y más
Evocaciones operáticas en el Kennedy Center de
Washington, homenaje en el Parlamento
Europeo y varias ciudades del viejo
continente. Ni hablar del protagonismo, que junto a Octavio Paz, tendrá en La 28va Feria Internacional del
Libro de Guadalajara, del 29 de noviembre al 7 de diciembre de 2014.
En suma, no hace falta que se cumpla un año,
diez años o cien, de su entrada a la eternidad, para recordarlo. El espíritu
creativo de Gabriel García Márquez sigue activando su luminosa presencia, al
ritmo de las conmemoraciones que se hacen en todo el mundo. Con respeto, emoción y vallenatos.
Y es que el impacto cultural y social de su
obra literaria, cinematográfica, televisiva, se expande cada vez más, al igual
que el interés por su trabajo periodístico. Porque, si bien es cierto que el realismo mágico fue la propia
bendición para el Gabo y su público, la
pasión por periodismo no se quedó
atrás.
¿Sabían ustedes – como lo supieron en Europa,
donde llegó en 1954 – que fue García Márquez el escritor que hizo comprensible
el tema de la incomunicabilidad en el ambiente alucinante de la provincia
latinoamericana?
Gabriel García Márquez en 1975. Foto: Isabel Steva Hernandez. Fuente: The Guardian |
No sólo eso. Gracias a sus trabajos
periodísticos en varios medios europeos, los lectores que tenían ideas
completamente tergiversadas sobre grandes problemas de América Latina lograron
aclarar una cantidad de conceptos.
Excelente gratificación, pero no se imaginan
cuánto le costó para que los comentaristas de sus obras, analistas y
presentadores de radio y televisión, escribieran los apellidos correctamente y
no siguieran con eso del escritor colombiano Gabriel Márquez, sin el García.
En fin. Cosas que suceden… Ciertamente, para
un perfeccionista como él, que cuando se equivocaba en la redacción de un texto
volvía a escribir todo desde el principio, no eran cosas de su agrado. Por
fortuna aprendieron a escribir bien sus apellidos y sobre todo a reconocer sus méritos,
mucho antes de que García Márquez ganara el Premio Nobel de Literatura en 1982.
Por supuesto que también en Venezuela y en los
países “hermanos”, además de los méritos artísticos, al Gabo se le reconocieron
sus obras de acción social y política, que no vamos a recordar en esta breve
introducción.
Más adelante, si se animan a leer la
entrevista que le hicimos hace unos cuarenta años en París, se enterarán de
muchos detalles que lo retratan en su ser más auténtico: un ser de gran
calidez humana, amable, sin rasgos de
vedetismo y compartiendo generosamente ideas e información como buen periodista
que era. Lejos de leyendas que lo mostraban a ratos como una persona
“altanera”. La eterna historia de los que no toleran que otros triunfen.
Porque en los años 70 García Márquez ya era una
estrella, cubierto de fama y gloria y aún no había ganado el Nobel. Llegar
hasta él resultaba bastante difícil.
¿Cómo logramos acercarnos a una personalidad
que se perfilaba inalcanzable y sin saber cómo iba a reaccionar, ya que tenía
fama de ser cauteloso y parco con las entrevistas?
Buenos Aires. 1971 |
Gracias a Soledad Mendoza
La excelente diseñadora gráfica de Séptimo Día, revista dominical de El Nacional, donde se publicaban nuestros trabajos periodísticos, también se encontraba en París durante las vacaciones navideñas. Fue la embajadora perfecta.
Soledad era muy amiga del Gabo. Lo consideraba su hermano. Así que, entrevista solicitada, entrevista concedida. Tuvimos la suerte, pues, de encontrar a un ser privilegiado que, como pocos en el mundo, primero se hizo inmortal y luego murió.
La inmortalidad le llegó en 1967 con Cien Años de Soledad y su ingreso a la eternidad se produjo precisamente el jueves santo 17 de abril de 2014, en México, cuando tenía 87 años.
De esos 87 años, Gabriel García Márquez tuvo la gentileza de dedicarnos dos horas exactas. Fue el día 1ero de enero de 1974. Una vez en el sitio, quiso ponernos a prueba: nada de grabador.
Pas de problèmes, no hay rollo, maestro. Para sintetizar en pocas palabras aplicamos una fórmula aprendida en Francia: anotar ideas básicas, palabras clave y modo de enlace, el todo en una hoja dividida en tres partes. ¿Lo demás? Comprensión y memorización. Supimos después que García Márquez apreció nuestro trabajo porque se lo comentó a Soledad Mendoza.
Ahora sí, los invitamos al encuentro con el inolvidable escritor, y por favor, disculpen el deterioro del documento original del periódico, al que le faltan los colores en la portada , títulos, rayas, firma, resultado de una digitalización de emergencia. Algún día conseguiremos una copia mejor.
En esta temporada de tributos y celebraciones que serán cada vez más, vaya también nuestro pequeño homenaje al gran maestro Gabriel García Márquez.
Esperamos que el relato predigital del encuentro con tan maravillosos personaje sea también de inspiración para las generaciones actuales: periodistas, escritores, artistas y todos los que creen en el poder de la cultura y en sus toques de contemporaneidad.
Y como lo hemos dicho otras veces, en términos de testimonios vivenciales –no importa los años que tengan– no hay fecha de vencimiento. ¿O es que no van a escuchar a un músico de los años 50, o leer a un novelista famoso de los 60, porque son del siglo pasado? La Agenda 74 de García Márquez no es cualquier cosa. Hasta la próxima.
La excelente diseñadora gráfica de Séptimo Día, revista dominical de El Nacional, donde se publicaban nuestros trabajos periodísticos, también se encontraba en París durante las vacaciones navideñas. Fue la embajadora perfecta.
Soledad era muy amiga del Gabo. Lo consideraba su hermano. Así que, entrevista solicitada, entrevista concedida. Tuvimos la suerte, pues, de encontrar a un ser privilegiado que, como pocos en el mundo, primero se hizo inmortal y luego murió.
La inmortalidad le llegó en 1967 con Cien Años de Soledad y su ingreso a la eternidad se produjo precisamente el jueves santo 17 de abril de 2014, en México, cuando tenía 87 años.
De esos 87 años, Gabriel García Márquez tuvo la gentileza de dedicarnos dos horas exactas. Fue el día 1ero de enero de 1974. Una vez en el sitio, quiso ponernos a prueba: nada de grabador.
Pas de problèmes, no hay rollo, maestro. Para sintetizar en pocas palabras aplicamos una fórmula aprendida en Francia: anotar ideas básicas, palabras clave y modo de enlace, el todo en una hoja dividida en tres partes. ¿Lo demás? Comprensión y memorización. Supimos después que García Márquez apreció nuestro trabajo porque se lo comentó a Soledad Mendoza.
Ahora sí, los invitamos al encuentro con el inolvidable escritor, y por favor, disculpen el deterioro del documento original del periódico, al que le faltan los colores en la portada , títulos, rayas, firma, resultado de una digitalización de emergencia. Algún día conseguiremos una copia mejor.
En esta temporada de tributos y celebraciones que serán cada vez más, vaya también nuestro pequeño homenaje al gran maestro Gabriel García Márquez.
Esperamos que el relato predigital del encuentro con tan maravillosos personaje sea también de inspiración para las generaciones actuales: periodistas, escritores, artistas y todos los que creen en el poder de la cultura y en sus toques de contemporaneidad.
Y como lo hemos dicho otras veces, en términos de testimonios vivenciales –no importa los años que tengan– no hay fecha de vencimiento. ¿O es que no van a escuchar a un músico de los años 50, o leer a un novelista famoso de los 60, porque son del siglo pasado? La Agenda 74 de García Márquez no es cualquier cosa. Hasta la próxima.
La
portada, diseñada por Soledad Mendoza (original a colores)
|
Revista Dominical de El Nacional
Caracas, domingo 20 de enero de 1974
7° Día
Titular de portada
García Márquez fatigado de la gloria regresa
al periodismo
Título de la entrevista
García Márquez AGENDA 74
Margarita D’Amico
Ya no necesita silencio ni buena temperatura para escribir desde las
nueve de la mañana hasta las tres de la tarde,
bien empantuflado y encerrado en un overol de mecánico popular. Ya García
Márquez anda en otra onda, al menos por este año…
Año internacional, planificado así:
Enero. Vacaciones en París.
Febrero. Regreso a Barcelona.
Marzo. Viaje a Roma para participar en las sesiones del Tribunal
Russell.
Abril, mayo y junio. Investigación
periodística en Nueva York para una película de Francesco Rosi.
Julio, agosto y septiembre. Permanecerá
en México, con su familia, para trabajar con Ruy Guerra en el guión de
“Blacamán vendedor de milagros”, al tiempo que revisará el montaje fílmico de
“La mala hora”, cuya realización tiene que haber comenzado el 15 de enero, por
la televisión colombiana.
Octubre. Irá a Colombia y al
regreso pasará por Venezuela.
—Y el año se acabó— dice García Márquez
sin vedetismo pero contento de estar metido en tantas cosas, contento de su
fama (“es útil porque me permite hacer algo por las demás gentes”). Y encantado,
sobre todo, porque, al fin, se sacudió.
—El sueño de mi vida —nos dijo el día de
la conversación formal— era ser novelista profesional. Cuando llegué a serlo,
vi que eso es esterilizante. Te vas empantuflando. Vas perdiendo contacto con
el mundo. Yo me sacudí. Ahora me he enchufado a otras cosas. Estoy contento. Yo
en el fondo quiero ser periodista. Al fin y al cabo el periodismo es lo de hoy…
Gabriel García Márquez periodista. Bogotá 1959. Foto Hernán Díaz. |
Ostras y cumbias
Justamente, con ese excepcional colega dedicado ahora a tareas de alto
periodismo cinematográfico y televisivo,
queríamos conversar, desde los días del famoso congreso de escritores que se
reunió en Caracas en 1967. Tratamos de verlo junto con unos estudiantes de
Letras de la UCV. Le dejamos una nota en su hotel. No apareció… En esa época no
lo tomaban en cuenta. De repente, Gabriel García Márquez se convirtió en el
escritor latinoamericano más conocido de nuestro tiempo, endiosado por los
críticos, admirado por los lectores, querido por sus amigos.
Carta de García Márquez a la editorial Sudamericana 1965. Fuente: El Clarín. |
Esa noche de Navidad 1973, en casa de la actriz española
Tacha Quintana, en Montparnasse, lo vimos y no lo vimos. Estaba con su esposa
Mercedes y sus hijos Rodrigo y Gonzalo —quince y doce años—, entre compadres y
conciudadanos, hermanos de ayer, amigos de hoy, venezolanos, franceses,
españoles… Una sencillez extrema. Ofreció la primera ostra del “reveillon” a
una radiante yugoslava, vieja amiga de la anfitriona. Luego siguió
compartiéndolas con otros invitados. ¡Y qué ostras! Inmensas, descomunales,
como sus pantagruélicas novelas. Ciento cuarenta y dos ostras Gabo había traído
para la cena navideña.
—Hay que comerlas así, sin limón.
Y también comerse el pollo en salsa de
castañas y una regia torta preparada por Tacha, el todo salpicado con ritmos de
cumbia y rock. Esa vez García Márquez confesó que cuida mucho su dieta. Que
pide un millón de dólares (lo cual significa “no”) a quienes solicitan la
adaptación cinematográfica de “Cien años de soledad”… Y que nos avisaría para
la entrevista. Unas pocas fotos del escritor conversando con sus amigos. Rostro
bueno. Mirada infinitamente triste. 45 años. Felices Pascuas y buenas noches.
El cuento de
Blacamán
Primero de enero de 1974. Café
“Aux Deux Magots”. Boulevard Saint- Germain. 4
p.m.
—¿Vienes de compras? ¿Qué cargas en esa
bolsa?
—Un grabador y la cámara.
Más vale que no… García Márquez no quiso
que se grabara la conversación. Porque con ese aparato no le íbamos a poner
atención a lo que él iba a decir. Porque si esto, porque si lo otro… Muy bien.
Seguimos tomando un café que no sabía a
nada. En aquel lugar tan ligado al mundo intelectual y bohemio de la posguerra
pero que ahora no tiene nada de particular. El mundo gris de esa primera tarde
del año nuevo parisino. Por fin comenzamos a desglosar la agenda 74 de Gabriel
García Márquez, hablando de la película con Francesco Rosi, el autor de “Las
manos sobre la ciudad”, “El momento de la verdad”, “El caso Mattei”. Cine
comprometido, cine de denuncia, arte para concientizar.
—Lo que voy a hacer con Francesco Rosi es
una investigación periodística en Nueva York, durante tres meses. no voy a
escribir el guion. Francesco Rosi vino a verme tres veces en Barcelona. La
primera vez fue a pedirme “Cien años de soledad” para llevarla al cine. Luego
él mismo me explicó que ése era un pretexto para hablar conmigo y que en
realidad lo que le interesaba era lo otro.
Naturalmente García Márquez, que admite
ser supersticioso, no revela detalles acerca de lo otro. No dice sobre qué va a
tratar la película. Pero cuando uno se pregunta, en voz alta, qué más le puede
interesar a Francesco Rosi en Nueva York sino la mafia y que la última mafia de
Nueva York es la de los latinos, Gabo sólo responde que no puede informar nada,
puesto que aún no ha arreglado los problemas de producción del film.
De “Blacamán”, en cambio, sí habla. Va a
escribir el guión con Ruy Guerra en México. Cineasta de Mozambique, Ruy Guerra
vive en Brasil desde 1958. Dirigió tres películas: “Os Cafajestes” (1962), “Los
fusiles” (1964), “Dulces cazadores” (1969). En el 68 trabajó como actor
haciendo el papel de Benito Cereno, en el film homónimo basado en la novela de
Herman Melville y dirigido por Serge Roullet.
|
—El cuento de Blacamán tiene diez —doce
páginas. Es la historia de un culebrero tan viejo que probablemente lo encontró
Cristóbal Colón. Es eterno. En algún momento Blacamán concibió a un muchacho
quien lo ayudaba. Blacamán hacía trucos, milagros. El muchacho descubrió un día
que él también podía hacer milagros. Que eso se aprendía con la práctica. Lo
sustituyó. Blacamán está enterrado, pero resucitó en el muchacho. Y si se
vuelve a morir el muchacho lo vuelve a resucitar, pues la magia del escarmiento
—dice— es que siga viviendo en la sepultura, mientras yo esté vivo. Es decir,
que vive para siempre. La película empieza con la llegada de Cristóbal Colón,
la Colonia en Cartagena, la Colonia Holandesa en Curazao y termina en Caracas
en el siglo XXI. Me interesa hacer en cine la síntesis de toda la historia del
colonialismo. Este cuento está en la “Eréndira”.
El rescate de
“Eréndira”
—Por fin ¿qué pasa con esa película? ¿La
filmaron ya? ¿En qué etapa se encuentra?
—Yo hice el guión de “Eréndira” hace
siete años y le vendí los derechos a Margot Benacerraf. Posiblemente ella no
encuentre productor. Los productores han hecho contacto conmigo y han dicho que
sería una inversión muy grande. Que la producirían si el director fuera otro.
Un director
internacional más conocido que Margot Benacerraf.
Ellos no dudan del talento de Margot. La película requiere tres- cuatro
millones de dólares. Margot es mi amiga, pero yo me doy cuenta que ella no va a
conseguir a ese productor. Los derechos de la “Eréndira” regresan a mí dentro
de cuatro años, según el convenio que hicimos, pero yo no puedo esperar cuatro
años más. Porque los temas pierden actualidad. Hace siete años “Eréndira” era
precursora. Por eso yo estoy dispuesto a recuperar los derechos. A comprarle
los derechos a Margot.
La Mala Hora. Fuente: colarte.com |
“La buena hora”
de Thomas Millian
—“Cien años de soledad” ¿nunca la llevarás
al cine?
—No. El cine es una cosa, la literatura
otra. Los guiones sacados de mis cuentos y novelas los he vuelto a escribir
para el cine. El caso de “La mala hora”. Yo no he adaptado la novela, sino que
la reescribí para la TV. Son veinte capítulos de una hora que se van a pasar
diariamente durante un mes. Hice un reexamen para la televisión de todo el
proceso de la violencia política en Colombia. La adaptación es con Bernardo
Romero Pereiro. Es un guión de 2.500 páginas. Se empieza a grabar el 15 de
enero, en color. Necesitábamos 106 actores. Como era difícil conseguirlos,
publicamos un aviso en Bogotá. Se presentaron muchísimos. Gente muy simpática,
conmovedora. Yo no quería dejarme influenciar por cuestiones emocionales
(madres con niños que pedían actuar para poder ganarse algo, jóvenes, etcétera),
por eso resolví ver las pruebas grabadas en videotape que se le hicieron a cada
uno. De allí seleccioné tres o cuatro tipos para cada personaje. No vi a ningún
actor personalmente.
—El más complejo era el personaje del
alcalde. Tenía que ser un hombre joven, de edad de teniente. Sumamente
atractivo, simpático, pero a la hora de la verdad capaz de todo. No lo
encontramos. Yo le explicaba a Romero Pereiro las características del tipo,
pero no dábamos con él. Una vez le dije que podía ser alguien tipo Thomas
Millian. Luego pensé: ¿Y por qué no Thomas Millian que además es mi amigo?
Lo llamé a Roma. Thomas Millian me contó
que él, que también es muy supersticioso, cuando oyó repicar el teléfono, tuvo
una corazonada, pensó que esa llamada era algo que iba a cambiar su vida, algo
que le venía del cielo. Aceptó encantado, aun sabiendo que iba a ganar poco.
Sin embargo, logramos conseguirle un arreglo económico bastante equilibrado.
Estará en Colombia catorce semanas.
“No me gusta
jugar a perder”
—¿Qué te gusta más: la literatura o el
cine?
—Se me ocurren cosas para libro y cosas
para la imagen. Me interesa contar cosas. No tengo prejuicio contra el medio.
Si descubro que con una canción puedo contar lo que quiero, la uso. La
concepción de todas mis cosas es la imagen. El punto de partida es siempre la
imagen. No digo: “Voy a escribir sobre los marginados de Caracas”. Al final del
cuento está el concepto. Lo que más me gusta es hacer reportajes. Me interesa
más el periodismo.
—Por eso dices que los temas pierden
actualidad.
—Hay temas que están de moda. Estar de
moda es una ventaja y también un peligro. Hace quince años América Latina no
significaba nada. Era algo exótico. Hoy no. La revolución cubana pasó de moda
en Europa. Se comenzó con el altavoz de la revolución cubana. Eso ya pasó.
—En todas las obras que tú haces ¿qué es
lo que más te interesa? El cine, por ejemplo, ¿lo utilizas como arma de lucha o
para denunciar hechos?
García Márquez, Geraldine Chaplin y Miguel Littin |
—Me interesa el aspecto político. Es
inevitable que tenga un contenido político cualquier obra que yo haga. En este
momento en América Latina no hay acto que no sea político. A mí me dicen que
adapte Blanca Nieve y yo lo hago, si eso tiene una importancia política. En “Blacamán”
es el colonialismo, en “La mala hora” la violencia. Tengo en la cabeza la
imagen de “Edipo Alcalde” para teatro o para cine, no sé todavía. El
equivalente de la peste sería la violencia política.
—Entonces… ¿la violencia política es el
problema más candente de nuestros países?
—El problema de ahora en América Latina
es la independencia. Bueno, ahora tengo que irme…
—Un momento… ¿No te gustaría hacer una
película dirigida por ti?
—No. Yo estudié cine, pero no me gusta
jugar a perder.
—¿Ni siquiera con “Cien años de soledad”?
—“Cien años de soledad” más bien la vería
en televisión. Como una larguísima telenovela. Una página cada noche.
…Como un pez
fuera del agua
—No íbamos a hablar de literatura, pero,
en fin, ¿qué estás haciendo en ese campo?
—Tengo terminada la novela “El otoño del
patriarca”. La terminé en mayo. Voy a leerla de nuevo ahora en febrero, el
único tiempo de que dispongo este año para trabajar en “El otoño del
patriarca”. He trabajado en ella seis años. Trabajo duro, pero por épocas.
Borrador del Otoño del patriarca. Fuente: |
—¿Y qué más tienes escrito?
—Llegué a Europa en 1954. Desde entonces
empecé a notar cosas que les sucedían a los latinoamericanos aquí. Cosas raras.
Luego comencé a anotarlas. Número uno, número dos, número tres. Sesenta y
cuatro anotaciones que pueden llegar hasta cien. Cien cuentos. Cien anécdotas.
Hace seis años volví a Europa y seguí anotando. Traté de ver lo que hay de
distinto entre una época y otra y vi que los latinoamericanos jamás llegamos a
Europa. Siempre estamos fuera. Uno sigue de alguna manera en América Latina.
Sigue siendo como un pez fuera del agua.
—¿En qué reside entonces la fuerza, el
vigor de los escritores latinoamericanos que tienen tanto éxito en Europa,
empezando por ti?
— El mundo europeo es demasiado contado.
¿Qué puede contar un francés que no haya sido contado ya una y mil veces? En
nuestros países apenas se comienza a contar. “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo, es
una novela de anticipación. Fue escrita en 1955. No tuvo éxito en su tiempo.
Los escritores del boom existían casi todos antes de que el boom se pusiera de
moda.
“Florencia en Amazonas”, inspirada en el realismo mágico del Gabo. Estrenada en el Kennedy Center de Washington, |
— Volviendo a tu idea de que los temas
pasan de moda, ¿consideras que tu obra va a pasar de moda?
—“Cien años de soledad” ha pasado de una
generación a otra. Primero la leyeron los padres y ahora los hijos. Un amigo de
Caracas me dijo que si un libro pasa de una generación a otra y si lo llegan a
cantar como “Cien años” es la consagración definitiva del escritor.
—¿Cómo te sientes tú ante la consagración,
con toda la fama que tienes?
— Me siento muy contento. No es por
vedetismo. La fama es muy útil porque te permite hacer algo por las demás
gentes.
— Como regalar el Premio Internacional
Rómulo Gallegos al MAS…
—Y tener influencia en el comité de
defensa de los presos políticos de Colombia. Formar parte del Tribunal Russell
(un tribunal fundado por Bertrand Russell para juzgar a los Estados Unidos en
Vietnam). En marzo se reúne en Roma para estudiar los casos de Chile y Brasil y
América Latina en general. Para esas cosas es bueno ser famoso. Luego está la
otra faceta. A uno no lo dejan en paz. Yo no puedo llegar a Caracas sin que los
periodistas y los amigos me dejen un momento tranquilo. La última vez calculé
llegar a una hora en que no hubiera reporteros en el aeropuerto. Era un
miércoles santo. Estuve tranquilo unos días. La semana siguiente encontré a un
periodista que me dijo: “Yo creo que te vi el sábado en Chacaíto, pero
seguramente no eras tú, porque si hubieras sido tú, lo hubiera sabido todo el mundo”.
Y era él el que sabía la noticia.
Gabriel García Márquez y Teodoro Petkoff (dirigente del MAS) en Caracas |
—En Venezuela te quieren mucho, tú lo
sabes.
—Pero no puede manejarse tanto cariño.
Ahora sí me voy. Son las 6. Estaré en Caracas en octubre. Yo también te acabo
de hacer una entrevista…
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